
Hoy estuve al borde de la muerte, pero no hablo de muerte física, sino de una que es más dolorosa: de amor. Fui incapaz de retenerla en mis brazos y ella, a penas quiso responder a mi beso claro, sólo tomó el tranvía y se esfumó de mi lado. Ví cómo sus cabellos se sacudían con el frío viento de la mañana y yo no supe qué hacer, me desorienté.Intenté rescatarla de su escape , pero mis piernas no respondían a las órdenes que profesaba mi corazón. Yo la vi desaparecer hacia Estación Central y sentí que con ella se iba una parte de mi alma.
Solo, me sentía solo , solo con el sonido de mi tristeza cayendo a gotas en mi interior, mientras los transéuntes exigían que no fuese un obstáculo en su camino. Y fue en ese momento ( todavía lo recuerdo ) que un pequeño salió de la nada gritando a todo pulmón que el Titanic se había hundido en el océano Atlántico, al sur de las costas de Terranova. No entendí mucho, sólo encendí un cigarrillo, tomé mi bastón y me fui rumbo al Café Torres, mientras la muchedumbre intentaba comprar un ejemplar con la noticia destacada.
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